sábado, 25 de septiembre de 2010

Parpadeos parejos de Giorno y Ranea





Corazón – Razón (Ricardo Germán Giorno)

Cuando el corazón habla, la razón duerme

Cuando la razón habla, el corazón ignora

Cuando el corazón manda, la razón se suicida

Cuando la razón manda, el corazón endurece

“El corazón tiene razones que la razón no comprende”, dijo el corazón. “Las sandeces no son razones”, dijo la razón. Y los dos se miraron fijo

“¡Las ideas no se matan!”, dijo la razón. “Pero puedo mezclarlas”, contestó el corazón. Y los dos entraron en fase

Cuando el corazón duerme, la razón flota

Cuando la razón duerme, el corazón es niño

Cuando el corazón duda, la razón especula

Cuando la razón duda, el corazón aprovecha

Cuando el corazón y la razón están de acuerdo, el fin se aproxima

Cuando la razón hizo suyo el postulado de “la extraña levedad del ser”. El corazón no paró de reírse.

“El corazón es un cazador solitario”, se identificó el corazón. La razón le abrió la puerta: “la presa es siempre la misma”

Cuando el corazón mira, la razón lee

Cuando la razón observa, el corazón se desconecta

“Pienso, luego existo”, dijo la razón. “Amé. Amo. Amaré”, dijo el corazón, y cabalgó aun más salvaje

La perseverancia es a la inspiración como la razón a los sueños, dijo la razón. El corazón se alzó de hombros y continuó con la cacería

“Las verdades no constatadas ¿son verdades?”, pensó la razón. “Lo prohibido tiene gusto pero no sabor”, dictaminó el corazón

“El dolor no existe, dijo la razón, sólo es una etapa más de la sensibilidad”. El corazón continuó llorando

“La distancia es una cuerda enrollada”, dijo la razón. “La distancia es la promesa de un beso”, dijo el corazón. Y los dos enturbiaron la mirada.


Ráfagas sin otro sentido – Héctor Ranea

El escritor pensó, aterrado, que cuando le cortaran una mano sería como si lo cegaran.

La pierna de un pirata fue encontrada en una peatonal de un puerto de zombies, comprando zapatos.

El viajero tomó sus recuerdos, armó una valija con sus pensamientos y se colgó del aire. Una tormenta lo salvó de ahogarse en llantos.

Bailaba un vals enfermo, tieso como una estatua. Su compañera era la muerte, que brillaba de alegría.

Terminaron de amarse simultáneamente, como habían empezado. Al derrumbarse todo dentro de sus ojos, encontraron la soledad de las almas sin sosiego.

Soledad de ojos mutilados, de pómulos hirvientes de lágrimas. Nada seca las lágrimas, nada, ni el Sol.

Caminaba por esa plaza donde habían compartido ese primer beso. Todo tan lejano ahora. ¿Eso era la soledad?

Regresaron sin proponérselo al mismo árbol, a la misma vereda sin luz. Pero uno de los dos no estaba.

En la ribera del recuerdo, un álamo susurrante, un pájaro encantado, un río alado, callarían para escuchar las palabras que al desamor lo declararon tan solemnemente.

Se puede meter en una jaula todas las velas, pero no su luz. Entendió el poeta.

En las personas que no se aman más perdura la alegría de haber amado.

Regreso en un sueño al lugar del primer beso. Ya no existe pero sé que está ahí. Al despertar, consigo en mis labios tener la misma sensación que ya no es mía.

La profundidad del mar no se compara con el amor que ha muerto. Por eso el suicida cambió de idea y rumbeó adonde estaba ella.

Repitió en forma obsesiva todo lo que había caminado con la persona amada para comprender por qué había dejado de amarla. Lo veían caminar al revés, pero todos reían sin comprender.

En cada vuelta del camino creía ver su sonrisa dibujada por las sombras, hasta que al ver sus ojos se estrelló contra un recuerdo y recobró el sentido cuando volvió con ella.

En una partida de ajedrez, él movía las blancas, sus recuerdos dejaba quietas las sombras.

No hay nada de amor ya, dijeron en silencio y se alejaron. Sus sombras se tomaron de la mano y siempre andan juntas en los parques.

Cuando Abelardo prometió a Eloísa un poema, logró de ella un beso. Cuando calló, ella se entregó toda.

No hubo palabras, sólo un movimiento. Lo último que vio fueron brazos que se animaron a recibirla.

Llevo en mi piel tus recuerdos pegados con tus lágrimas.