miércoles, 3 de noviembre de 2010

Antología twitter de Javier López - Parte II


El público reía de las ocurrencias de los actores de marionetas. Lo que no sabía es que las marionetas estaban improvisando.

Revelaron la fotosíntesis.

Mi perro vio el número pi y se puso a mover el rabo. Ahora caigo en la cuenta de que él también es irracional.

Talaron los árboles para que se viera el bosque.

Las mareas durante el eclipse de luna no saben a qué atenerse.

Le robaron la infancia. Años después supo quienes fueron los ladrones, pero no apareció la mercancía.

¿Para qué hacía los anónimos a base de recortar letras, si luego ponía su nombre en el sobre?

Era actor. Los últimos años los pasó ensayando su muerte.

Esa bala iba dirigida hacia mi. La paró la pantalla de mi televisor.

El discóbolo es díscolo. Aún no ha lanzado el disco.

Jugaba una timba entre tahúres. Tuve que huir a través de una escalera de color antes de que me desplumasen.

Tuit en construcción.

El corredor de fondo pensó que era hacia abajo.

El mago se hechizó. Ensayaba frente a un espejo.

En el baile de máscaras de la alta sociedad todos llevaban otra careta sobre la de diario.

La Trinidad: tres mentiras en una, increíble.

Las sombras de los amantes se aman también en la oscuridad.

La resurrección no fue muy de su agrado. Tenía que volver a hacer milagros y a otras rutinas que siempre le incomodaron.

No llevaba años en coma. Simplemente no hacía caso.

La garantía de mi pacto con el diablo ha cumplido. Estoy envejeciendo.

–No se dirija a mí en ese tono –recriminaba el director de orquesta al violinista.

Una formación montañosa rompió filas.

Todo lo que ocurrió ese día fue aleatorio.

Le sacaron una muela. Él salió detrás. Todo él.

Al otro lado estaba el otro lado.

Lo más difícil de encontrar en aquel enorme baúl era el fondo del baúl.

La savia proporciona a la planta todo un bagaje de conocimiento.

El mismo Dios escribió una carta a Darwin, para decirle que llevaba razón.

Volvía a repetirme el mismo discurso de siempre: tic-tac, tic-tac...

Lo condenaron por algo que no había hecho: dejar el dinero en su sitio.

El cadáver se mostró muy colaborador durante la investigación.

El director del psiquiátrico fue elegido por votación democrática.

El arco iris es la carta de ajuste de la pantalla del cielo.

El último pensamiento de su vida fue que aquella señal de stop no tenía ningún sentido en mitad del desierto.

Dije al psiquiatra que me perseguían 14,8 paranoicos. Me respondió que no había problema, que los problemas comenzaban a partir de 21,3.

Llevado ante el juez, el loro se retractó de su primera declaración.

–¡Qué suerte! –pensé. Por una vez, la tostada había caído por el lado donde no estaba la mantequilla. Al ir a recogerla, la pisé.

El joven burro asentía, admirando la sabiduría de los rebuznos de su abuelo.

Los personajes del cuadro parecieron tomar vida, interactuaban, discutían. La puerta abierta del despacho del director del museo, confundía.

Sus sueños eran a rayas, de tanto mirar el cielo a través de los barrotes de su celda.

¡Demonios! Ante la crisis financiera, los bancos comienzan a exigir como aval el alma de sus clientes.

El bebé se comió un potito bicho que andaba por el suelo.

Bajo el microscopio, aquella verdad a medias aparecía como una gran mentira.

La ovejita buscaba dónde mamar en aquella manta de lana con que la habían cubierto.

Aquel hombre solitario guardaba con cariño el correo spam.

Mi almohada sufre pesadillas.

Este tuit no fue concebido para leerse.

Salto evolutivo: cuando despertó, el dinosaurio había volado.

El mapa mudo había recuperado el habla.

No reparé el reloj que atrasaba. Me sincronicé con él.

Qué tiernos sustos le producía al fantasma ver el álbum de fotos familiar.

La policía conocía el perfil del psicópata. Cuando lo tuvieron de frente, no se dieron cuenta.

Las novelas que escribía el marinero nunca tenían desenlace.

Sus amigos le dieron una sorpresa: estamos todos muertos.

Tras una caminata por el campo, el líder limpió el barro de sus pies. Desaparecieron.

Pobre gente miserable. Para quitarse el frío dormían todos alrededor del que tuviera fiebre.

El niño se empeñó en contar hasta infinito. Se aburrió cuando estaba a punto de conseguirlo.

No soporto la codicia ajena. La quiero toda para mi.

El papel reciclado tenía miles de historias que contar.

–¿Ves ese lago de agua dulce? –preguntó a su acompañante en el desierto. Era un espejismo. El acompañante.

La datación de aquellos restos fósiles ofreció una pista concluyente: el asesino andaba cerca.

Navegábamos en dirección equivocada, hacia abajo.

El tuit que trataba de leer está apagado, desconectado, o fuera de cobertura.

Desgraciadamente, aquellos terribles hechos eran reales. Lo de que fuera una leyenda urbana no era más que una leyenda urbana.

Su sombra proyectaba sombra.

"Naturaleza muerta", tituló su autorretrato.

Antes de consumir este tuit, compruebe su fecha de caducidad.

–Brindo por ti –le dije.
–¿Y eso como se multiplica? –contestó.

El insecto enorme atrapado en aquellos hilos que pendían de la lámpara de araña, daba bastante que pensar.

¿Surrealismo? ¿De qué me hablas, mujer-pecera?.

Cuando terminaba un biberón, Einstein pensó que decididamente el espacio euclídeo se le había quedado pequeño.

Esta es una frase inteligente. Teledirigida.

No es que esté muerto. Es que soy lento.

A Houdini le cobraban la cuenta por anticipado.

Celoso: Se asomó al espejo. Delante, se arreglaba su chica. Sintió celos de aquel tipo que la miraba desde el fondo.

Cuando duermen, los helechos aún recuerdan a los dinosaurios.

Completa este tuit con una

¡Por fin publicaron algo suyo! Su esquela.

Cristo hablaba en parábolas. A veces probaba con hipérbolas y elipses. Pero nadie lo entendía.