sábado, 16 de abril de 2011

Especial: 39 de 39



Cuento de aparecidos en el Bar “Sin Final” – Héctor Ranea
—¿Alguien sabe algo de Cuántica? —gritó el patrón. El Tape Gorrionez levantó el índice.
—Conectale bien los cables al de la mesa siete. Dice que no sabe bien a qué nave espacial iba. Pa’mí se equivocó fiero el muchacho.


Poeta – Adriana Alarco de Zadra
Nunca supo cómo acabar la poesía para su adorada Gumersinda. Tenía las rimas preparadas para cada estrofa: amor y dolor, miel y fiel, beso y queso, luna y cuna pero no sabía qué poner en el medio. Se envenenó.


Mercaderes de palabras en Venecia – Héctor Ranea
—Créame: lo lamento, Gutiérrez. Su cuento rebasó las 39 palabras disponibles, olvidó la consigna. No deja más camino que tomarnos el medio kilo que corresponde de su carne.
—Bueno, pero recuerden: sin usar una palabra más —dijo Gutiérrez riendo.


La última historia - José Manuel Ortiz Soto
Esa noche el sultán fue claro:
—La historia de hoy no rebasará las treintainueve palabras. Sherezada supo que con aquella artimaña sólo buscaba la manera de acabar con ella.
—¿Tengo otra opción? —preguntó pensativa.
—Ninguna. Entonces ofreció su cuello.


Boletín oficial – Guillermo Vidal
Fue lanzada la primera nave al espacio de manera completamente manual con el solo esfuerzo de los brazos de miles de trabajadores egipcios. Ni bien la Mubarak alcanzó la estratosfera, la multitud que la había empujado estalló en vítores.


Otra historia – Esteban Moscarda
EEUU se enfrentó a la Triple Alianza en el 1899. Buscaban imponer el comunismo en Sudamérica. Gracias a Dios, ciertos banqueros Argentinos viajaron en el tiempo hacia esa fecha y cambiaron la historia. EEUU y el comunismo, entonces, desaparecieron…


Pedid y recibiréis - Raquel Barbieri
Me persiguen; no sé en donde esconderme… si pudiera hacerme invisible, no pediría nada más en esta vida… tengo miedo, no veo, no… sí, veo, veo y no me veo… ahora son ellos los que no me ven más.


Predestinación - Christian Lisboa
Amo el número 39. Desde siempre, él me persigue. En el hospital, mis viviendas, en los formularios, en la celda de esta cárcel. Ahora, tres disparos hechos con una S&W calibre .38 me quitan la vida. Tendré que pensarlo.


La jungla de asfalto - Javier López
Cientos de ramas y hojas brotaron de las puertas en madera de Borneo de la oficina. Tras un tiempo sin ir a trabajar, nos han ordenado que cambiemos los trajes de ejecutivo por los de scout de nuestra juventud.


¿Edipo se va? - Fernando Puga
Cierra la puerta con llave. Lo hace con sigilo; no quiere despertarla. Tira las llaves por debajo de la puerta, debe evitar toda tentación. Cuelga la mochila sobre sus espaldas y parte decidido. Al despertar, ¿mamá notará su ausencia?



La Revancha - Miguel A. Nieto
No te confíes, esta vez te costará mas ganarme. La primera vez, tan confiada como estabas, te gane por constancia. Ahora tendrás que luchar mucho para ganarme tú —le dijo la tortuga a la liebre antes de la revancha.


Una cuestion de ego - Chinchiya Arrakena
Suelen decirme que soy muy exigente con mis amantes, que les propongo cosas difíciles y no convencionales... pero ¿qué hay de malo en querer impregnar un par de recuerdos para siempre en un cerebro? Si para eso me pagan...


Compadres – Oriana Pickman
—¿Náuseas, fatiga, pies hinchados y eso? 
—Sí, sí, entre otras cosas. 
—Y veo que la barriga te ha crecido. 
—Sobre todo eso, es que estoy con unos antojos... 
—¿Y tu señora, qué tal? 
—Pues ella lleva el embarazo perfectamente.


Lápiz rico, lápiz pobre – Javier López
Los dos lapiceros habían compartido caja cuando salieron de fábrica. Mientras uno alcanzó el éxito en manos de un famoso artista, dejando la impronta de su grafito en exquisitos retratos, el otro perdió la cabeza, abandonado en un cajón.


Cambios climáticos – Gabriela Baade
Las personas caían como moscas electrocutadas en las lámparas de luz violácea. La última tormenta de relámpagos se había cobrado, esta vez, cinco víctimas. En la cima del monte Ercuano, Grundk Elisaum el científico desterrado, trabajaba en el climatrón.


Monocromo – Miguel A. Nieto
Después de tres días lloviendo copiosa e incesantemente, el sol salió tímidamente proyectando un tétrico arco iris monocromático detrás de la montaña. Siempre era así desde el escape radioactivo de la central nuclear. La lluvia había desgastado los colores.


El talle justo – Sergio Gaut vel Hartman
—Es complicado pergeñar una microficción válida con un número predeterminado de palabras en la primera intentona —dijo Monterroso acariciando el cuello del dinosaurio.
—En el tao está la respuesta —replicó Chuang Tsé arrancándole las alas a la mariposa soñada.


La bailarina – Oriana Pickmann
Era conocida por sus movimientos frenéticos. El público era siempre atrapado por el espectáculo que su cuerpo ofrecía al compás de un ritmo que le surgía desde muy dentro. Hasta que llegara el personal médico para detenerle las convulsiones.


Morir es un trámite más - Guillermo Vidal
Tendría que haber estirado la pata después de pasar todo el santo día en una cola de tres cuadras al rayo del sol; su número de orden era el 1512; pero no había turnos hasta dentro de dos años.


El ancho mundo - Carmen Rosa Signes
Atraviesa un gran portalón. Asciende por la gran escalinata del cielo. Le acompañan hasta acomodarlo en una espaciosa y bulliciosa estancia. Pero aquel anciano siempre preferirá la estrechez que soportaba con los suyos pese a que todos lo ignoraban.


Drul Colombo
El Norte traerá otras cosas a parte de agua. Me enamoro de todas las lluvias de todas las épocas y los dias de viento norte me dan ganas de confesar que he matado. Pero la sudestada anega mis nervios.


Los espermatozoides - Eduardo Mancilla
El banquete del aprendizaje estaba listo para ser devorado por los ingenuos que, desprendiéndose uno a uno de la selva de lo desconocido, no tardarían en sufrir la primera y única lección: El orgasmo.


Otro problema de cantidad - Sergio Gaut vel Hartman
El personaje de esta microficción se acerca sigilosamente al escritor, que sólo es un personaje creado por mí.
—Aquí hay dos escritores —dice el personaje.
—No hay ninguno —replico, y trato de eliminar el archivo; pero ya es tarde.


Víctor Alvarado
El niño muy preocupado fue a preguntar al anciano: — ¿Qué pasaría si de repente, al pez le salieran alas? El anciano, tronando un maní con el último diente respondió: —Seguro se iría volando. Hasta el fondo del mar. Seguro.


Iris - Héctor Ranea
Nos reconocimos simultáneamente. Ella y yo teníamos diagramas de color idénticos en el iris izquierdo. Me sonrió imperceptiblemente para los humanos. Esa noche nos encontraríamos con los otros a entonar la canción de los mutantes marcianos de séptima generación.


Otro fracaso – Héctor Ranea
La 77a invasión fue original. Los marcianos usaron una máquina del tiempo para transportar tiranosaurios que devorarían a los humanos, pero pisaron tantas mariposas que al realizarlo la Tierra estaba habitada por jovianos que se comieron a los animalitos.


Numerología fatal - Esteban Moscarda
36 textos hasta acá. Falta mucho pero así es esto de escribir. Te cuesta, y cuando te querés dar cuenta todo es vacío, la negrura del final que se acerca y el 39 que te busca y te encuentra.


Maestro - Sergio Gaut vel Hartman
El hijo de Hitler quería escribir microficciones, pero sólo le salían novelas. Un día se encontraba en Petra y acertaron a pasar por allí Hemigway, Monterroso, Chuang Tze y Kafka. —Que tu padre te enseñe —le dijeron a coro.


Interregno - Sergio Gaut vel Hartman
Se reunieron todos los solares para analizar el fin del mundo de 2012. Los marcianos propusieron el éxodo masivo. Los terráqueos ni eso. Cuando los mayas volvieron de su viaje aclararon todo. —¡Fin del mundo, las pelotas! —dijo Huitziloquetzalcoyotlpaxi.


Golpe de gracia - Sergio Gaut vel Hartman
Cuando abrió los ojos, la Dama de Pique, el Caballo de Troya y la Torre de Pisa formaban una red de mate a su alrededor. Los peones de “La siciliana”, borrachos, se reían estúpidamente. —Estoy perdido —dijo—. Abandono.


Idea de fiesta - Carmen Carrillo & Héctor Ranea
La idea peligraba, debía defenderla. Para hacerlo, entré en el espejo en una tortuga perezosa. Cuando llegué, estaba en una fiesta. Me vio, me gritó, tan campante: —¡Saludos desde el planeta de la gente feliz! Sentí estar muy equivocado.


El reflejo - Héctor Ranea
En el camino vemos un auto venir hacia nosotros desde la noche. Chocamos pero, aún así, seguimos andando sin contratiempos. Sólo atravesamos un espejo armado por las arañas para sujetar presas. Nos alegramos hasta ver cómo es la araña.


Batallas argentinas 1 - Sergio Gaut vel Hartman
Los verdaderos motivos por los cuales Urquiza abandonó el campo de batalla en Pavón no fueron los cólicos renales, sino el pánico que experimentó al enterarse de que Mitre contaba con un cuerpo de marcianos expertos en seducir entrerrianas.


Polisemia - Giselle Aronson
—Me voy a empacar —dijo, mientras daba un portazo y se metía en la habitación. Cuando regresé del trabajo ya no estaba. Nunca supe si me estaba avisando que se marchaba, que se iba a enojar o ambas cosas.


K, el mar y los sueños III - Jesús Ademir Morales Rojas
Habiendo buscado a su amada Frieda infructuosamente, a K sólo le restaba el mar. Y allí la esperó durante mucho tiempo. Luego, desesperado se arrojó a las olas. (Cerca de allí, en un jubiloso salto, emerge la sirena Frieda).


Penumbras - Guillermo Rossini
Despertó y la oscuridad era completa, cerrada, sólida. Estiró el brazo y ella no estaba. No veía absolutamente nada ni escuchaba ruido alguno. Pensó que estaba soñando y simplemente esperó a despertar. Nunca lo hizo: así descubrió la eternidad.


Instrucciones para ser – Esteban Moscarda
Primero, sea concebido. Procure que el espermatozoide más potente llegue a la meta y lo corone con vida. Luego, disfrute de 9 meses en un spa exclusivo. Y listo; eso sí, después viene lo difícil: nacer, vivir y eso.


Gustos son gustos - Sergio Gaut vel Hartman
No es cierto que la guerra de la Triple Alianza se haya originado en la afición de los marcianos por el Ilex paraguariensis; las causas del conflicto residen en la afición de los marcianos por los tejidos de ñandutí.


Viajes – Esteban Moscarda
Viajo al pasado. No lo entiendo. Viajo al futuro. Tampoco lo entiendo. Voy a otros universos pero no me convencen. Exploro otros planetas, otros órdenes, otras realidades: me termino aburriendo. Ya fue, me digo, mejor me voy a Necochea…